
Para los 53 medios informativos (entre webs, revistas, productoras y cadenas de televisión), que se alimentan, en algunos casos exclusivamente y en otros esporádicamente, de las miserias humanas de lo que ellos vienen a llamar “personas públicas”, no cave duda alguna sobre la importancia informativa. Y resulta ciertamente lícito cuando acuerdan, con aquellos que lo desean, entrar en la rueda económica de vender los derechos de su imagen. Pero lo que no entra dentro de su gestión es aceptar la negativa a jugar con sus mismas reglas.
También para una plataforma llamada “Nos gusta la prensa rosa” que estuvo presente el mismo día en el que la señora Ortiz y su marido se presentaban en el juzgado, no hay duda de que la tiene. Sus miembros estaban allí para defender a los medios de comunicación que les proporcionan la comidilla diaria con la que sentirse “informados”, y acusaron duramente la acción de la señora Ortiz equiparándola a la censura franquista.
Por lo tanto, y llegados a este punto, el problema es definir lo que significa ‘estar informado’, ya que definitivamente no se puede establecer una misma categoría que englobe la trascendencia de las palabras de un jefe del Estado y la dudosa relevancia del nuevo corte de pelo de la cuñada del Príncipe.