divendres, 30 de maig del 2008

Los revolucionarios no se jubilan

Me gusta escuchar a los abuelos, de hecho, cuando llegas algún sitio en movimiento y te quieres enterar de lo que ha pasado, no hay más que preguntarles, siempre están a ojo avizor. Aún así, este mes de mayo que ya dejamos atrás, ha estado lleno de batallitas acerca del 40 aniversario del mayo del 68 en París. Que sí los enfrentamientos policiales en el barrio Latino, el prohibido prohibir, los estudiantes y obreros juntos… Vaya, pretensiones con las que estoy totalmente de acuerdo y que me congratulan en los más hondo.

Pero algo no encaja. Parece ser que la conmemoración del mayo “rojo” le ha sentado muy bien a las butacas progresistas de media Europa. Un resarcimiento de creer que las cosas han ido a mejor en Occidente a partir de ese mayo histórico por el que tanto lucharon. Que se ganó un margen de libertad, que se dinamito la sociedad conservadora, que se tomó un espacio de expresión, bla bla bla. Esa percepción se huele en el ambiente. Maurice Grimaud, politólogo francés, se pronuncio por las palabras de Nicholas Sarkozy de “enterrar” el mayo del 68, arguyendo que sin ese Mayo que tanto quiere sepultar, la sociedad francesa actual no le hubiera permitido ser un presidente divorciado y recién casado con una top-model. Touché Grimaud!

Pero sigue habiendo un pero. I es que toda la avalancha de libros, exposiciones, conciertos de rememoración como el de Raimón en el paraninfo de la Universidad de Madrid, y demás homenajes varios al sesentayochismo, me parecen un patraña redentora de quienes precisamente lucharon contra el poder, y ahora son el poder. Las generalizaciones son odiosas, que me cuelguen por ello, pero si de algo estoy convencido es que los revolucionarios no se jubilan, y aún menos, que se puedan sentir orgullosos por una derrota. Porqué para la gente que lo vivió no hubo cambio social alguno, y para la gente que no lo vivió, les han vendido un mito y un referente; no les hagáis caso. Las revoluciones también deben revolucionarse.