dissabte, 31 de maig del 2008

Vida en el armario del Sol Naciente

Después de aburrir hasta la saciedad la expresión salir del armario, parece que en Japón todavía no han comprendido la metáfora. Allí un hombre ha descubierto que una mujer vivía dentro de un armario que tenía inutilizado en su casa. El propietario empezó a tener sospechas al echar en falta alimentos de la nevera y encontrar cosas movidas de sitio. Colocó una cámara de vigilancia dentro de casa y así descubrió a la okupa que se había instalado en su armario.

Cuando la policía vino a desalojar a la mujer, de 58 años de edad, encontraron un colchón y garrafas de agua dentro del espacio okupado. La mujer salió del armario. Únicamente con pretensiones físicas y no metafóricas. Alegó que no tenía ningún lugar adonde ir. Igualmente la echaron de su hogar. Y es que el problema de la vivienda va camino de generar un dramatismo esperpéntico. Aunque si a partir de ahora no hace falta buscar casas deshabitadas que okupar y basta con un armario, cuando se produzca un desalojo, se puede pasar al altillo del pasillo. Y cuando los echen de allí, ir al lavadero. Se maximizan los movimientos.

El problema se presenta cuando el armario okupado está dentro de una de esas casas que tienen lo que la Generalitat ha marcado como el mínimo necesario para la vivienda digna de un ser humano: 40 metros cuadrados. No encontrará mucho más espacio que okupar fuera del armario. Lo que parece una concesión extraordinaria, en comparación con la legislación de otras zonas del estado español, no deja de ser preocupante. Porque si las medidas para facilitar el acceso a la vivienda no están enfocadas al control de los precios, sólo queda la calidad. A menor calidad, menor precio. Es la ley del mercado. A salario pequeño, piso pequeño. Es la ley de la evidencia.

Si la japonesa instalada en un armario es una pionera, una nueva moda se trasladará a la poco imaginativa crisis de la vivienda en occidente. Habrá que empezar a revisar periódicamente lo que compremos en Ikea. No sea que venga de fábrica con regalo. O quizá varíe la concepción de la metáfora del armario. Es posible que la influencia de la lengua nipona, muy clara conceptualmente, tenga algo que ver en esa renuncia a las dobles lecturas. Si se sale del armario se sale de verdad. No por cuestiones sexuales. Y ya que se está dentro pues se monta uno un pisito. Aunque sólo sea por el confort cuando se esté en el interior. Al fin y al cabo la legislación no contempla unos mínimos mucho más allá del espacio que te puede ofrecer un armario.
Marcos Moreno